Manteca de karité: el secreto africano para una piel perfecta
Si hay un ingrediente cosmético al que le tengo fe es la manteca de karité. Ya no sólo porque me guste encontrarla en los INCIs de los productos que utilizo, sino porque me parece que por sí sola es uno de los productos antiarrugas más eficaces que existen.
Por si no la conocéis, la manteca de karité es una grasa de origen vegetal que se extrae del fruto del árbol de karité (también conocido como Vitellaria paradoxa), procedente de la sabana africana. Aunque su fama mundial es relativamente reciente, los africanos llevan utilizándola durante siglos debido a su gran capacidad para proteger e hidratar tanto la piel como el cabello.
A día de hoy, se ha convertido en uno de los ingredientes más populares de la cosmética orientada hacia las pieles secas, ya que su untuosidad y su capacidad hidratante es difícil de superar. Es rica en vitamina A, E y F, tiene propiedades regenerantes, favorece la formación de colágeno y, por si fuera poco, es antiinflamatoria y contribuye a una correcta cicatrización de la piel.
Yo creo que es de esos productos a los que no se les puede pedir más. En mi caso, me compré mi primer bote de manteca de karité hace cosa de 3 años y desde entonces no he parado de utilizarlo, aunque sí es verdad que tampoco es que me vaya bien para todo. Empecé a utilizarlo como hidratante corporal (no me gustó porque se me hizo imposible de absorber) y también intenté que me gustase como mascarilla para el cabello (me parecía muy difícil de aclarar), pero la verdad es que como hidratante facial me parece una pasada.
Como se trata de una grasa tan untuosa, la suelo utilizar un par de veces a la semana y únicamente por la noche, después de la limpieza y el sérum facial. Os aconsejo que utilicéis muy poca cantidad y que la calentéis bien con los dedos antes de aplicarla, porque le pasa un poco como al aceite de coco y necesita alcanzar los 35 grados para volverse líquida.
El ritual en sí puede parecer un poco coñazo, sobre todo si no estáis acostumbrados a utilizar aceites faciales o este tipo de mantecas pero os aseguro que merece la pena. Al día siguiente os levantaréis con la piel elástica, nutrida y como más rellena que de costumbre. ¡Os animo a que la probéis porque algo tiene que tener la manteca de karité cuando los africanos llevan tantos años encomendándose a ella!
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